lunes, 11 de mayo de 2015

La noche de la iguana

Pilar 
22/04/04 

Hola a todos, tanto a mis lectores “de a pie” como a los periodistas profesionales que me leen para rellenar sus lagunas, abrir nuevas líneas de investigación, o que incluso se inspiran directamente en mis reflexiones o hasta repiten literalmente palabra por palabra algunas de mis expresiones en sus artículos o apariciones audiovisuales...(¿y por qué no lo repetirán todo tal cual?; se cansarían menos y meterían menos la pata). ¿Qué tal estáis, “profesionales”?. ¿Seguís siendo fieles a aquel fogoso idealismo juvenil que os convertiría en el azote de Watergates y elegidos para la gloria de guiar a las burdas e ignorantes masas populares a las divinas alturas de la transparencia informativa?. 

¿Por qué no nos contáis otra vez aquella historia tan bonita de lo imprescindibles que fuisteis para enterrar la dictadura y cuanto os debe la democracia en “este país”?. Aprovechad, aprovechad ahora que estáis dando un tan admirable ejemplo de valor y compromiso con “la verdad”. Contad, contádnoslo todo, es vuestro momento, contadlo de nuevo para que el pueblo pueda apreciar en su justa medida el nivel de riesgo que estáis dispuestos a asumir por redimirnos de las tinieblas y agradeceros de corazón lo mucho que os debemos. Está claro que si Franco no hubiera muerto de viejo y viviera aún estaría acurrucado y temblando en su dormitorio sin atreverse a abrir un periódico o poner la televisión, tal es vuestra gallardía.

Dejando aparte un par (si llega) de honrosas excepciones, sois basura. Solo estos últimos días algunos arrastrados que antes habían sido tan papistas como el que más, o como mucho se habían refugiado en el silencio cómplice y cobarde, se han atrevido a opinar más bien tímidamente sobre la broma de mal gusto en la que estamos inmersos, y no lo han hecho tanto por dignidad profesional como por nadar y guardar la ropa, por incubar un huevito en cada cesta, por tener un pie en la Capadocia y otro en Europa y no quedarse “descolgados” si, como suele ocurrir en casos como este, la tortilla da la vuelta con tal velocidad que deja expuestas las intimidades de más de uno de los que inicialmente habían definido con demasiada vehemencia su pole position. 

Personal, no deis vivas a esta escoria, pues no los merecen. Es Internet y el pueblo llano quien abre camino a machete por esta tupida jungla de insidias mientras que ellos se limitan, como máximo, a transitar los senderos ya despejados. Internet y el pueblo son el cuarto y el quinto poder, la prensa española no es más que una piara de estómagos agradecidos. Una piara, sí, y también una jauría, pues los que más han baboseado ante la parejita serán los primeros en arrojarse como perros rabiosos y despedazar a Letizia (y a los suyos) si algún día lo exige el guión. ¿Por qué no a Felipe, que en realidad es el auténtico culpable?, pues no lo se, pero la cosa funciona así. En esta trama será ella quien más pague, mientras que él, seguramente, pagará de menos. En todo caso será el tiempo, inapelable y definitivo juez y crítico de toda realización humana, quien tomará a la larga justa reparación de cada ofensa, es una pena que nuestras vidas sean tan cortas que no den lugar a margen suficiente para apreciar y disfrutar al completo de esta interesante propiedad cuántica, pero sí al menos de una parte, y ya sabéis que los que viven demasiado deprisa suelen morir jóvenes, y esto se aplica tanto a personas como a relaciones sentimentales. Voy con las novedades.

Y si me he decidido a colgar este post ha sido más por una importante noticia que me ha llegado de cierta estrella secundaria que por ninguna que hiciera directa alusión a la entrañable parejita, pero ahora vamos a eso. Primero, un pequeño repaso de las últimas andanzas de los susodichos; bautizo de la pequeña hija de Ha-koon (¿este no salía en Conan V, rebelión en el Valhalla?) y la ego-alteriana Mette Marit, Ingrid Alejandra, una diminuta y adorable neo-walkyria que no vino del frío y a la que tampoco se llegó nadie hasta el frío para ver; ¿por qué se anuló a última hora la asistencia ya comprometida al evento?; bueno, pues podéis suponerlo; a Letizia no le hacía la más mínima gracia que su aún no consagrado maridito se volviera a encontrar con antiguas conocidas, y no solo reza esto por la Sanum o por una o las dos jijillas de Suecia, sino por cualquier otra princesita nibelunga o mediterránea o árabe o esquimal que pudiera descolgarse por la zona. Añadid a esto que menos aún le apetecía que Felipe (que tiene “nociones” de varias lenguas germánicas, la noruega incluida) pudiera leer alguna reseñita de las que desde hace meses le está dedicando a ella la prensa de por allí. Pero consolaos, consolaos, porque con esta decisión y al menos por una vez y sin que sirva de precedente, todos estuvieron de acuerdo en Zarzuela, por que los Reyes tampoco tenían ninguna gana de que fueran, saben que hay ciertos elementos que es mejor tener siempre cerca y a la vista. Como Felipe y Hakoon son dos buenos coleguitas, aquí no ha pasado nada, él le ha comentado que la novia le tiene atado en corto y el otro se ha hecho cargo (¿cómo no?). Con los noruegos padres ya ha habido un poco más de mosqueo, pero teniendo en cuenta que en su casa también repiten habas varias veces por semana, tampoco llegará la sangre al río. 


Bueno, pues eso, que en vez de irse a beber hidromiel en el cráneo de algún vikinguito exmonárquico con sus cuernecitos y todo se fueron a comer cochinillo a Segovia, que tampoco es moco de pavo, que de amanecida también puede caer por allí una rasca que no veas. Y ahora viene la siguiente simpática anécdota, la del cochinillo; dos platos, dos, que se comió la muchacha, para que luego digamos que no nos come nada, dos hermosas raciones de cochinillo tostadito y crujiente que además acompañó con entremeses ibéricos y judiones, pan blanco de miga prieta y de postre, ponche segoviano; para beber, agüita mineral sin gas y un vasito de orujo. ¿Y como, me preguntareis, como una mujer de su peso que además está acostumbrada al yogur de soja (el yogur griego le sienta como un tiro) y las endibias desnatadas puede ingerir semejante cena sin efectos secundarios, cuando un hombre hecho y derecho hubiera acabado resoplando como un...resoplón? Bueno, pues ahí está la clave, en lo de los efectos secundarios; después de la cena Letizia desapareció un buen rato en el servicio, y al salir lucía de nuevo tan grácil y bella como al principio, incluido ese arrebatador tono de pimpinela escarlata que destilaba su tez. Para que luego las malas lenguas digan que si le ponen motes (¿hablan de uno? yo en ciertos ambientes tengo oídos por lo menos diez) o que si es más habilidosa que el mismísimo Fary en el uso de los palillos de dientes como instrumentos quirúrgicos de higiene bucal de alta precisión.



Por lo demás, y como decía la canción, la vida sigue igual, es decir, Letizia, cuyo raquitismo comienza a ser crítico, (en algunas televisiones le llaman Natita Agria, La Lechera Merengada o hasta La Asturiana, porque no hay plano con ella cerca que se salve de acabar cortado), sigue de un humor de perros. Es la angustiada víctima de una “psicología tortuosa”, el problema es que hace participar de ella a todos los demás. 



Un caso complicado, el suyo. Veréis; en el caso de Letizia, sus desórdenes alimenticios no son causa, sino efecto; son el efecto de una personalidad desequilibrada con tendencias maniaco-depresivas y delirios megalómanos de grandeza. Ahora, tratad de poneros en su lugar; imaginad que durante toda la vida habéis soñado con la fama, con la gloria, con dar el golpe, con que el mundo entero os quiera y admire, y cuando llega el momento resulta que tienen que anular todas vuestras salidas previstas para conocer y recibir loas de vuestros tan añorados súbditos y sustituirlas por fotos a colocar en los escaparates de las pastelerías, garajes y demás establecimientos comerciales, porque es tal el nivel de malestar y rechazo que la próxima reina de España inspira en la sociedad española (¿cómo, cómo se ha podido llegar a esto?) que Zarzuela no se atreve literalmente a enseñarla más de cinco minutos seguidos, sea en persona o a través de los medios. ¿Cómo os lo tomaríais? ¿No os sentiríais bastante hundidos?.
Y si a además fuerais una persona que “pisa fuerte”, de “carácter”, de “genio”...¿creéis que la vida sería fácil para todos aquellos que tuvierais alrededor?. Últimamente a la pobre le obsesiona, de forma abrasadora, que las bodas de las infantas fueran mucho más comentadas y publicitadas que la suya, que cuando se celebraron el pueblo las mirara con simpatía o indiferencia mientras que esta, en rigor mucho más importante, haya que montársela de tapadillo porque cada vez que la novia pone un pie en la calle cualquier cosa es imaginable. 

Este abismo entre lo que ella quería que fuera (salir y que la multitud se extasiara a su paso) y lo que es (tienen que controlar todos sus movimientos para ocultarla) da lugar a tensiones inenarrables, broncas continuas y verdaderos ataques sucúbicos (no creo que exista la palabreja, pero cuadra de miedo) que traen a todo el mundo en Palacio de cabeza. Cualquier hombre que no fuera tan sopazas y calzonazos como el Niño de la III, esforzado maletilla próximo a tomar la alternativa, le habría dado ya el boleto, pero este es de lo más cabezón y pese a los continuos maltratos y desprecios que sufre por parte de su medio limón ha convertido la cuestión de aguantar en algo personal y está el infeliz aguanta que te aguanta...al menos por ahora.

Pero bueno, ya está bien de hablar de Letizia, que me enrollo mucho y hoy la noticia no era esa. Hoy la primicia la constituye la number two, la Hermaníssima, de la que supe hace poco que bajo el estrellado manto equinoccial del Nuevo Mundo fue también protagonista de su propia Leyenda de Pasión.



Sí, señoras y señores, Erika, la llena de gracia alternativa, la segunda persona de la Santísima Trinidad del Nuevo Verbo hecho hembra y que habita entre nosotros, demostró estar a la altura de las circunstancias durante el famoso Crucero que Nunca Existió, esta nueva versión del Holandés Errante en versión todo incluido en primeras calidades. Ocurrió la noche del miércoles al jueves, es decir, la noche siguiente a la mañana en la que El y Ella abandonaron el barco para dirigirse a las Bahamas. La tentación, un distinguido y apuesto galán perteneciente a la más rancia aristocracia, buen mozo, aunque pasa de los cincuenta, piel bronceada, manos fuertes y seguras, voz acariciadora y modales refinados; es lo que se suele denominar como “un hombre de mundo”, la clase de hombre a la que cualquiera de nosotras podría referirse con plena propiedad como un “madurito interesante”. 

Es además multimillonario y figura por derecho propio en los ambientes más “in”. Me comentan que la noche de autos, con su polo rojo, sus bermudas de marca, su Rolex de oro macizo y sus venerables sienes plateadas, constituía un objetivo de lo más legítimo, incluso arriesgándose a provocar daños colaterales. Y todo esto llevó a que nuestra joven heroína tuviera lo que entre la Gente Guapa se conoce habitualmente como una aventura, un romance, un flirt, en definitiva, un pequeño...desliz.

Antes que nada, deciros que si me decido aquí a referir esta aventura es porque sus protagonistas la llevaron a cabo auspiciados por fondos del sector público, luego considero apropiado dar al César lo que es del César.

Sobrevino así; aquel día, algo descolocados por la súbita desaparición de la parejita pero completamente dispuestos a continuar la juerga sin ellos, los pasajeros del crucero fantasma pasaron como siempre la tarde tomando el sol, dándose unos chapuzones y algunos visitando un pequeño islote desierto, donde por cierto abundaban las iguanas. Después el yate fondeó en una hermosa rada, a un tiro de piedra de tierra, junto a la desembocadura de un pequeño río apenas visible tras la lujuriante vegetación. 


En seguida se echó encima la hora del cóctel y dado lo caluroso de la jornada se bebió con largueza para reponer la mucha transpiración. Martinis, Daiquiries y sobre todo, Piñas Coladas (recordad, tenían varias cajas nuevecitas de piña fresca sin estrenar). Y luego vino la cena, con su ensalada de gambones del Caribe, sus filetes de pez espada, su solomillo Wellington y su macedonia de chirimoyas, mangos y guayabas. Vino blanco, vino tinto y para los postres champagne Moet Chandon del 95 o licor al gusto, Drambouie, Grand Marnier o Cognac Napoleón (ni Carlos I ni Fernando de Castilla ni Fundador, ni siquiera...Soberano).
Es normal que la mayoría de la gente estuviera algo achispada, y algunos, directamente roncando bajo la mesa. Uno de estos últimos era el legítimo de nuestra admirada Hermana. Así que los que se tenían en pie hicieron una limpia de cubierta llevándose a los demás a sus camarotes y acto seguido comenzó la sesión de baile. Aquella noche la orquestina del barco tocaba salsa, merengue y bachatta, y Erika se desveló como una consumada conocedora de tan sabrosos sones. Curiosamente, una de las melodías que se también se dejó oír durante la sincopada celebración fue la a ratos ominosa pieza cubana, inspirada en la celebérrima obra literaria del viejo maestro sureño Tennessee Willians, La Noche de la Iguana. Aquella mágica sensualidad del momento amplificada por los cadenciosos y rítmicos compases tuvo como efecto que las inhibiciones comenzaran a desvanecerse y que la empatía entre los dicharacheros componentes del pasaje fuera aumentando cada vez más. Finalmente, la mayoría se retiraron en grupos de dos, tres o hasta cuatro, desapareció la orquestina, y solo una acaramelada pareja quedó danzando a solas y en silencio sobre el puente. "

"Imaginaos, si podéis, la escena de aquella noche de terciopelo; la blanca luna, inmensa y plácida, flotando serenamente sobre la vertical de la embarcación; desde tierra llegaba la cálida brisa perfumada de orquídeas, el romántico rumor de mil y una pequeñas criaturas de la jungla susurrándose al oído canciones de amor. Del otro lado de cubierta, brillando a millones sobre la negra superficie del océano, cual si de infinitas velas que cabrillearan sobre una descomunal tarta de aniversario de bodas se tratara, miríadas de parpadeantes microorganismos fosforescentes, que responden en el Caribe al nombre de cucuyitos, y que pueblan las bahías de aquellas latitudes convirtiéndolas en un irisado tapiz de pasión. El hipnótico murmullo de las olas meciendo suavemente la nave, el enloquecedor aroma de la piña colada, el embriagador hechizo de la Cruz del Sur (bueno, en realidad estaban en el Hemisferio Norte, pero me ha quedado tan bonito este cierre...creo que fue Conrad el que dijo que los trópicos son un estado del espíritu). Decidme, con el corazón en la mano, ¿quién, quien de entre vosotras hubiera podido resistirse?. Erika no. Y trémula y subyugada fue conducida, en los fuertes brazos de su recién estrenado amante, hasta el elegante y espacioso camarote donde se consumó el acto de desinteresada entrega, todo él revestido de una apabullante y modélica condición de normalidad, actualidad y modernidad.

Sobre las diez de la mañana, Erika volvió subrepticiamente a su camarote. Su marido, después de una accidentada noche de retortijones y vómitos, se hallaba profundamente dormido. El hedor dentro del habitáculo era considerable, así que Erika optó por dejar transcurrir su resaca en una tumbona junto a la piscina del navío, en la cubierta de babor. A las cuatro de la tarde se empezaron a dejar ver las primeras y muy desmejoradas caras. A las cinco y media nuestro misterioso caballero (no os preocupéis, me consta que dentro de muy poco se hará público su nombre) se sentó con desparpajo en la mesa donde Erika y su marido, con gafas de sol, tomaban a pequeños sorbos un mágico remedio contra la resaca que les había preparado el barman. Hablaron un corto ratito y a continuación el caballero se retiró a conversar con otro grupo, no sin antes despedirse de la pareja con un campechano “luego nos vemos”. Y efectivamente, la llegada de la noche confirmó como correcta al menos el 50% de su afirmación, luego...se vieron. Y me consta que en Madrid se han seguido viendo. Me imagino que continuará.

Quisiera agradeceros sinceramente vuestras críticas a mi redacción, las favorables y las constructivas, y aprovechar esta improvisada tribuna digna de mejor causa que con ocasión de los últimos acontecimientos se me ha brindado para comentaros algo y con toda humildad, intentar daros un consejo útil; esa ligereza, esa agilidad en mis textos que algunos habéis expresado disfrutar tanto leyendo no es más que un pálido, palidísimo reflejo de lo que se puede encontrar en las páginas de un buen escritor; leed. Leed cuanto podáis. Pero no la basura policroma que se amontona en los anaqueles junto a las puertas de las librerías y grandes almacenes, todos esos folletines baratos y oportunistas que llaman best-sellers, el registro tosco, defectuoso y vacío de los más huecos y superficiales vaivenes de una época. 


Huid, huid de eso como de las inmunodeficiencias (peste ya no hay, de momento), no es más que el tañido de sus cencerros, ruido sin furia, la banda sonora de una cacharrería. Buscad las nueces. No les tengáis miedo a los grandes, por que escribieron sus obras pensando en vosotros. Que no os eche para atrás lo abultado de sus volúmenes, por que cuando un escritor es realmente grande su estilo nunca es pesado ni pedante ni académico (eso queda para los mediocres) sino virtualmente desgarrador. Y lo que su pluma desborda no son rebuscadas monsergas intelectualoides sino sentimientos que os asombrará que coincidan en tan exacta medida con los vuestros, de forma que lo que os pareció de primeras un mamotreto indomable será llegando a su final motivo de melancolía cuando echéis de menos que no hubiera durado más. 



Leed y la (buena) literatura os hará libres, y entonces ni Urdazis ni Ansones ni Polancos ni Ana Rosas ni Teresas (aunque jueguen a dos barajas; más sabe el diablo por viejo...) ni Terelus podrán nada contra vosotros, por que no solo seréis mejores personas que ellos (eso ya lo somos casi todos), sino que os encontrareis muy por encima de ellos porque les estaréis mirando desde arriba con los cientos de ojos con los que cientos de las más inteligentes personas que en el mundo han sido han tenido a bien en obsequiarnos, de forma prácticamente gratuita. Leed y ningún papanatas tratante en modernidades podrá dárosla con queso, ningún blanqueado alacrán parapetado en purpurina se atreverá a escupiros desde su púlpito y a cambiaros el objeto de vuestra devoción según sople el viento, tan pronto queriendo que os desolléis la espalda con un cilicio en nombre de la Virgen María como que taladréis vuestra virtud con un consolador en nombre de...la primera Magdalena (creo que esta última frase ha sido un tanto vulgar, mil perdones). En fin, leed y nadie podrá tomaros el pelo. Un saludo a todos. Hasta la próxima."

Pilar


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